miércoles, 20 de julio de 2016

LECTURA Y CONSTRUCCIÓN DEL PROPIO RELATO

Leyendo el libro de Juan Domingo Argüelles Historias de lecturas y lectores, publicado por Paidós en México el 2005, me encuentro con una cita de Pascal Quignard que conecta con mis reflexiones de estos días. Afirma Quignard: «Somos una especie sujeta al relato (…). Nuestra especie parece estar atada a la necesidad de una regurgitación lingüística de su experiencia (…). Esa necesidad de relato es particularmente intensa en ciertos momentos de la existencia individual o colectiva, por ejemplo, cuando hay depresión o crisis. En ese caso, el relato proporciona un recurso casi único.»
Me lleva a pensar que el furor con que  leen en la adolescencia y en la primera juventud –la etapa de la primera gran crisis-  los que han descubierto la lectura tiene que ver con esa necesidad de ir construyendo el propio relato, asociada a la necesidad de encontrar la propia identidad.  
El que  no sale de la tradición familiar y del propio contexto social, suele vivir esta crisis con menos virulencia porque acepta sin problematizarla la identidad que le ha asignado su entorno familiar y social. Con frecuencia acepta también de buen grado los roles laborales que impone la familia. La persona que pasa su etapa de juventud de esta manera no precisa crear su propio relato, lo tiene delante viendo la trayectoria vital de sus propios padres.
Pero el que lee –y eso es una manera corriente de salir del propio entorno- no sólo adquiere nuevos conocimientos o las formas de actuar y de comportarse de otras personas, o sea algo exterior a él. Esos personajes literarios que le fascinan le descubren también otras posibilidades dentro de sí mismo, o sea, otras identidades a las que puede aspirar, más satisfactorias que la que posee. Entonces intuye que el desarrollo de esas potencialidades le permitirá llegar a ser una persona más relevante y más acorde a sus aspiraciones que aquella a la que parecía destinado por su procedencia familiar y social.  
La sensación de apertura de horizontes que producen ciertos libros se asemeja a la que experimenta el excursionista que por primera vez sube a una montaña  desde la que puede contemplar el valle en el que vive. Entonces capta las limitaciones del mismo y ve las posibilidades de salida hacia otros valles, llanuras, mares…

Los nuevos elementos descubiertos por el lector en su propio interior a través de ciertas lecturas enriquecen sobre manera el relato de sí mismo. Sin ellas, su relato sería mucho más pobre e insatisfactorio. Una razón más para ayudar a los jóvenes a descubrir la lectura a esa edad en la que les resultará más útil y más placentera.