miércoles, 30 de septiembre de 2015

EL PERSONAJE-NIÑO

El personaje es un simulador de persona, capaz de superar arraigadas convenciones. Milan Kundera mostraba la vigencia de esta afirmación a través de don Quijote. “El personaje es un simulacro de ser viviente. Es un ser imaginario… La novela vuelve así a sus comienzos. Don Quijote es casi impensable como ser vivo. Sin embargo, en nuestra memoria, ¿qué personaje está más vivo que él?”
El personaje-niño es un medio para explorar el mundo infantil o para transmitir a los lectores una visión del mundo a partir de él. Como es natural, ese personaje aparece a menudo en los libros infantiles donde puede tener una mirada inocente o irónica, según los casos, para que impacte emocionalmente en el lector. Así como el indio de ciertas películas llega a la civilización –a nuestra civilización- y pone ante los ojos de los espectadores todas las contradicciones de esta, así ese personaje-niño se enfrenta al mundo construido por los adultos con ojos limpios que aplican su lógica implacable.
Las contradicciones en que este mundo se mueve se pueden poner en evidencia contando cuentos o relatando escuetamente hechos sin hacer concesiones a convenciones tramposas. Literatura nace en buena medida de la desautomatización del lenguaje; pues bien, la presencia de un niño deslenguado, no necesariamente malicioso sino “inocente”, desautomatiza lo que cualquier biempensante o convencional considera normal y lógico. Como en el cuento del rey desnudo, la mirada de un niño desautoriza afirmaciones que se dan por inamovibles.  
Perseguir ese efecto de ver el mundo limpiamente por ese camino ya tiene suficiente interés, porque eso ya lo pone en tela de juicio y obliga a pensar sobre lo que se nos ofrece como seguro. Pero aún se puede dar otro paso más, como ocurre en la buena literatura sin adjetivos, poniendo en boca de ese personaje-niño temas que provocan en el lector interrogantes fuertes. A menudo el lector de literatura para chicos acaba echando en falta palabras-fuerza. Ahora bien, estas nunca han de ser un añadido, como las denostadas moralejas o los temas transversales que se intentan colar, sino elementos emanados de la misma historia.  

En literatura infantil, si el personaje resulta creíble, no es necesario que se ponga estupendo con ciertas afirmaciones pero tampoco se han de descartar si eso no echa a perder el relato. Esos personajes resultan memorables, digan lo que digan, si son capaces de hacer lo que debe hacer la novela, fundir la realidad y el sueño, que es la mejor manera de explorar al hombre, su realidad y sus posibilidades.