martes, 21 de julio de 2015

LECTURA E ILUSTRACIÓN MEDIEVAL

Un amigo con quien comparto reflexiones sobre la lectura me acaba de descubrir un libro que me ha resultado fascinante: Ivan Illich. En el viñedo del texto. Etología de la lectura: un comentario al “Didascalicon” de Hugo de San Víctor, FCE, México, 2002 Los amigos con quienes compartes intereses tienen eso, que te sorprenden gratamente.
Para Illich, las reflexiones y la práctica de Hugo de San Víctor (comienzos del siglo XII) sobre la lectura dieron origen a lo que también George Steiner ha denominado “cultura libresca” que se convirtió en el núcleo de la religión secular de Occidente y el modo de transmisión de conocimientos en la misma Iglesia que se adentraba en la lectura escolástica orientada al conocimiento. Lo que había sido hasta entonces un texto informe para devotos bisbiseantes, a partir de la generación de Hugo de San Víctor se convierte en un texto ordenado y preparado para el estudio. El que lee estos textos presentados de esa forma más moderna busca el mensaje, el significado, no se conforma con recitar textos que no llegan mucho más lejos que a su oído.
Uno de los efectos de esa evolución es que las páginas, que se empiezan a diseñar con títulos o se ordenan alfabéticamente para facilitar el estudio, también se comienzan a ilustrar. Esas ilustraciones reclamarán la atención del ojo tanto como el texto.
¿Qué función tienen las ilustraciones? Illich afirma que para los monjes tenían cinco funciones:
1 Dan dignidad a la página. Refuerzan el poder del mensaje de las palabras que allí aparecen. O sea, dignifican el texto.
2 Tienen el objetivo didáctico de ayudar a personas poco formadas a comprender lo escrito. Su imaginación se alimenta con esos dibujos mientras escuchan el texto.
3 La ilustración proporciona claves exegéticas e interpretativas al lector monástico.
4 Esas miniaturas se concebían como un acompañamiento del sonido de la voz de quien leía. Nunca eran un esquema para retener el contenido, como suele ocurrir en los libros actuales de conocimientos.
5 También tenían un fin práctico; esas ilustraciones servían de recursos mnemotécnicos para recordar lo que venía a continuación. Las ilustraciones reforzaban el poder de la memoria.
De todas formas, ese paso no se dio sin resistencias. Bernardo de Claraval intenta que los cistercienses no utilicen libros ilustrados porque considera que suponen una intrusión de lo sensual en un texto orientado a la devoción y al conocimiento. Los que actualmente abogan por los textos limpios, sin ilustración, lo razonan diciendo que es el lector el que ha de recrear el texto en su propia mente sin ser guiado por las imágenes con las que lo representa un ilustrador. Eso lo consideran un empobrecimiento.

No está de más traer a colación reflexiones como estas de Ivan Illich porque pueden ayudar a reflexionar sobre la función de la ilustración en los libros, en especial en los libros para niños. No es un tema que empezó a discutirse ayer como puede parecer oyendo a ciertas personas.

sábado, 11 de julio de 2015

PSICOPOLÍTICA

Las circunstancias o mi incapacidad para seducir a personas para que me acompañaran en un proyecto de lectura de libros de ensayo hizo que este tardara en cuajar.
Pero ya hace seis años, después de tres intentos fracasados, comencé a animar en Molins de Rei, el pueblo de 25.000 habitantes donde vivo,  una tertulia de ensayo. Yo necesitaba leer a pensadores que iluminan este momento histórico. Solo allí uno puede alcanzar una visión de medio o largo alcance capaz de sopesar con cierta lucidez los acontecimientos que vivimos y los que se avecinan. El foco sobre la realidad que pone cada día la prensa, aunque sea variada y crítica está tan pendiente de la inmediatez que no permite ver el conjunto.
Son bastantes las personas que se hacen este planteamiento. El problema es encontrar la manera de aunarlas y de esa decisión con continuidad.
Lancé la idea por correo electrónico a unas cincuenta personas conocidas que imaginaba lectoras, las animé a leer un libro y las convoqué a comentarlo. Así empezamos. Primero en una prometedora librería, que tuvo que cerrar, y después en la biblioteca cuya bibliotecaria, Montse Vega, se implicó en el proyecto desde el principio. En seis años hemos leído medio centenar de libros de los que otean el horizonte de la sensibilidad y del pensamiento moderno: libros de sociología, pensamiento, psicología, neurología y ciencia en general… Muchos de ellos son los títulos que citan a menudo los columnistas de los grandes diarios, creadores de opinión, para hacer su diagnóstico de la realidad.
El último que hemos comentado, el 30 del pasado mes de junio ha sido Psicopolítica, del filósofo coreano Byung-Chul Han que, como se sabe, escribe en alemán. Sus breves libros los está traduciendo sistemáticamente Herder a medida que crece el interés por el pensamiento de este autor.
Según Han, inmersos en este universo de la economía y del pensamiento neoliberal, creemos que no somos sujetos sometidos (sujeto es estar sometido) sino personas que miramos al futuro con un proyecto libre. Pues bien, según él, resulta que el autónomo, el empresario de sí mismo, se explota más a sí mismo que los que estaban sometidos a la presión de deber que emanaba de otros. La sociedad de la transparencia, lograda por seducción, está aportando tantos datos sobre la psique colectiva que, ese conocimiento que se acumula a base del cruce de informaciones -los Big Data- permite penetrar incluso en el subconsciente de las personas y dominarlas sin que ellas lo adviertan. Creyendo incluso que estamos realizando el gran relato de nosotros mismos y de nuestra colectividad, de hecho estamos siguiendo en gran medida el dictado de otros.
Este interés por el pensamiento ¿cómo se compagina con escribir para niños? No es que tenga dos vidas mentales. Simplemente pienso que esta literatura, si es consciente, a pesar de su aparente ingenuidad, no ha de estar al margen del pensamiento. El esfuerzo por tener una cosmovisión lo más lúcida y completa posible de nuestro mundo siempre será una base para escribir aunque eso no decida el nivel artístico que uno logra.

El acierto en la creación de estos relatos, su valor literario, la capacidad de emocionar y de comunicar no depende del esfuerzo por analizar el mundo en el que crecen los niños, pero estoy seguro que esto no juega en su contra. Por desgracia, muy a menudo el contenido de los textos de éxito es de una desesperante banalización. Aunque el conocimiento del pensamiento moderno no va a avalar un texto literario, estoy seguro que no lo va a empobrecer. En definitiva, me gusta implicarme en los dos campos que  no están tan alejados como puede parecer. Por eso estoy muy agradecido a los contertulios que me acompañan en esta aventura de lecturas de pensamiento.