viernes, 21 de diciembre de 2012

EL ESCARABAJO FANFARRÓN

El escarabajo vio a lo lejos a un elefante, un animal juguetón que chapoteaba en el agua del río. Lo vio con sus ojitos diminutos desde tan lejos que no le impresionó. El pequeño coleóptero se sentía valentón porque era capaz de meterse con un ejército de hormigas.
Echó a andar por la orilla hacia aquel animal que se estaba bañando.
La casualidad quiso que en el camino encontrara un espejo. El bichito nunca se había visto a sí mismo reflejado en un espejo, ni siquiera en el agua de un estanque. Se quedó encandilado de verse allí. Pero el cristal era de aumento. De grandísimo aumento. Mirándose allí tuvo la sensación de ser tan grande como un rinoceronte. Entonces pensó: "Soy más fuerte que ese animal que está en el río. Le daré una lección."
Mientras aún se entretenía contemplándose embobado, orgulloso de su fuerza y ajeno a todo lo que ocurría a su alrededor, el elefante se plantó detrás del espejo, atraído probablemente por su reflejo. Ni siquiera vio al escarabajo. Un elefante no tiene ojos para bichos tan insignificantes. 
El bichito, envalentonado por la imagen que tenía de sí mismo, se apartó del espejo para ir a dar una lección al elefante.
Su primera reacción fue de contradicción. Le cortaba el paso un tronco de un árbol. Eso pensó que era. Estaba tan cerca que no se dio cuenta que no era un árbol sino una pata del elefante.
Miró hacia el río y no vio al que había elegido como adversario para alardear de su fortaleza. "Me ha visto tan fuerte que el muy cobarde ha huido", pensó el pretencioso bichito. 

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